Cheo Carvajal
Oficina de Turismo de San Agustín del Sur, octubre 2015-abril 2016
I
La mirada necesita del cuerpo para acercarse y detallar. Para entender lo que de lejos es panorama. Imagen postal, distancia. El cuerpo y la mirada necesitan entrar juntos en el paisaje urbano, recorrerlo, para constituir el tejido (social y espacial) de una sola ciudad. Un tejido humano que habita y se mueve sin limitaciones por todos sus espacios.
Hay zonas de la ciudad que no conocemos, que sabemos de ellas porque escuchamos o leemos su nombre. Hay otras que apenas vemos de lejos, desde la ventana del tren o el metro, desde el vaivén del autobús, desde el zigzagueo de la moto o a través del cristal opaco del carro. Es muy probable que a algunas jamás nos acerquemos. ¿Zonas en las que nadie nos extraña, en las que estaremos siempre ausentes?
II
Sabemos, o al menos intuimos, que una virtud de las ciudades es la diversidad. La experiencia urbana contemporánea deja claro que a mayor diversidad, mayor vitalidad, aunque esta per sé no implique mayor justicia ni paz, sino conflictos por resolver. Para ello el reto es descubrirla, ser parte, habitarla. ¿Se puede ser parte de esa diversidad prescindiendo de ella? ¿Cómo incorporarnos si hemos quedado fuera, si hemos perdido el contacto, si nos asusta el roce?
La ciudad es un espacio de deseos, de descubrimientos, de intercambios. Y el turismo es un medio de seducción que permite que el deseo fluya para que el descubrimiento y el intercambio puedan ocurrir, tanto a escala global como a escala local. Para algunos puede detenerse en la documentación banal del ícono, en la distancia del clic fotográfico que todo lo hiela. Para otros el turismo puede ser el boquete por el cual sumergirse en aguas profundas, momento en que la imagen “postal” abre paso al diálogo, y puede que a la activación de redes y compromisos.
III
Hay lugares que las ciudades venden como destinos “obligatorios”, aparecen como prioridades en mapas y guías turísticas. Si le preguntásemos a los caraqueños cuáles serían esos lugares que desearía conocer o mostrar de su propia ciudad, ¿cómo quedaría San Agustín del Sur en esa lista?
Los barrios caraqueños, y San Agustín entre ellos, tienen un gran potencial para revertir esa des-integración. Su historia, su organización, el deseo manifiesto de su gente de ser parte de la ciudad. Desde afuera muchos no lo asumen como destino turístico, desde adentro otros tantos ni siquiera se pasean por la idea de que sea un espacio digno de mostrar. De tantos años de separar barrio y ciudad, como dos categorías diferentes, se ha creado una barrera. Un abismo que muchas veces está en nuestra propia capacidad de comprensión de la ciudad.
IV
Entender que el barrio es ciudad requiere de mucha acción y reflexión. Un ejercicio constante de reconocimiento desde adentro y desde afuera. Lograr que efectivamente este sea asumido y reconocido como tal es tarea ardua, compleja, pero necesaria, que requiere de múltiples estrategias. Acciones en el terreno, pero también simbólicas, como la construcción de una cartografía que a la vez que vaya detallando y haciendo visible su interior, también vaya desdibujando sus bordes.
Oficina de Turismo de San Agustín del Sur es un ejercicio de mediación artística que apunta en esa dirección. Ese diálogo no nace con esta exposición, sino que da cuenta de un proceso de varios años donde se juntaron aspiraciones de la comunidad y la visión de la artista Natalya Critchley, quien convoca e incorpora a los actores que hoy participamos de este proceso interactivo, colaborativo, museo incluido.
No es poca cosa que el Museo de Arte Contemporáneo haya asumido montar en su sala más vistosa esta exposición que comienza con un “vacío” y que habrá de culminar impregnada de imágenes impredecibles. Una sala donde la cartografía servirá de lienzo sobre el que niños, jóvenes y adultos construyen una narrativa de San Agustín y su entorno, con sus dibujos y sus propios movimientos. No vendrán a contemplar obras de arte (aunque pueden hacerlo), ni a hacer tareas sobre movimientos, tendencias y vanguardias del arte contemporáneo. Vendrán a imaginar, a proponer, a compartir su visión de un territorio singular en este espacio común, público, que es el museo, que está separado físicamente del barrio por el río y la autopista, pero que ni siquiera es la única barrera. “La obra” no será un objeto, sino el documento de un proceso de relaciones.
Una exposición que es cartografía viva, trabajada desde el cuerpo y desde la experiencia, con niños y jóvenes de escuelas del barrio, con gente de la comunidad, pero también con cualquier caraqueño que quiera, pueda y desee ampliar los límites de su ciudad. Una ciudad en la que la ausencia de roce sabemos nos azota, nos desintegra, aunque muchos todavía insistan en que es justamente al revés.