Víctor Fuenmayor
Maracaibo, 25 noviembre 2017
En las obras de Natalya Critchley, (Inglaterra, 1963), percibo al comienzo un desordenamiento espacial que me atrae en la medida que voy encontrando el código de las combinaciones textuales de los mismos elementos significantes, articulando códigos inusuales de la percepción de un paisaje urbano o industrial. Toda verdadera creación se inicia en una deconstrucción o destrucción creativa que inducen a crear las nuevas formas de escrituras y nuevas lecturas. Natalya Critchley, inventa un nuevo paisaje, recreándolo imaginariamente, que incita a buscar sus códigos de lectura.
Entre líneas, punteados, ralladuras, colores y materias diversas, cuyas imágenes trazan torres, puentes, autopistas, grúas, postes, cables eléctricos, cabrias, edificaciones, van conformando una especie de mapa territorial que se va convirtiendo en abstracciones de un alfabeto visual paradójicamente de resonancia corpórea.
Podemos señalar algunos procesos poéticos que se van desencadenando en la medida que contemplamos las imágenes que hacen posible la lectura de esos mapas, con una oculta geografía metafóricamente corpórea. Se hace necesario observar con una visión aérea (como la de la autora), aunque concreta, llamémosla de lectura simbólica, que revela las conexiones entre el cuerpo, la imagen paisajística y las determinaciones imaginarias del cuerpo que nos señalan donde se percibe el lugar de su concepción estética corpórea del sentir el paisaje para elaborar el estilo singular.
Paisaje y cuerpo.
Las imágenes insisten, a manera de una letra, en el dibujo de un tanque de diversos colores y accesorios que se asemeja a la caja toráxica de un cuerpo. Adentro del tanque-torax se proyectan figuras de pulmones con sus ramas de bronquios, raíces, figuras; por momentos, afuera, un cuadrado rojo, puntos, rayas, o ladrillos que lo cubren y que parece, algunas veces, atrincherar al órgano, bajo la protección de un muro de ladrillos (“Camuflaje militar”).
Son los sucesivos accesorios agregados al tanque: puntos, rayas, colores, lazos, alas, que funcionan como sufijos y prefijos visuales, ya que otorgan diversos sentidos a una misma raíz corpórea de los símbolos. El tanque es un continente vacio que se llena de contenidos según lo que contiene o de las formas que lo cubren.
Los valores de lo que inspira, respira y expira en esos pulmones del texto, parecen plantear los reflejos de lo que puede decirse, pero también ese grito que queda en el aire de la imagen (siempre la imagen es flotante, sin anclar completamente su significado), sin decirse, y que no sale del pecho (“Quisiera gritar y no puedo”), pero que puede expresarse visualmente.
Las fuentes imaginarias de la creación de Critchley parten de visiones percicbidas, algunas de ellas son recreación de un paisaje real con la que podemos identificar fragmentos urbanos ayudados por la imagen y los anclajes linguísticos de los textos.
Combinatoria de la poética visual
Algunas formas de la obra de Natalya Critchley surgen de la combinación entre una letra del alfabeto visual de la artista con otros elementos que emergen de la reiteración o de la fusión con otros elementos. “Nadadora” puede verse como variación de dos tanques, fusionados por los cuellos, que parecen desconfigurarse para darle movimiento de natación a la figura roja sobre el azul oscuro o marino.
Otro ejemplo similar: “Levantando la piel de la calle para inspección del ojo mecánico” genera, con la unión de los tanques, las cajas corpóreas (toráxica y pélvica), del tronco. El mismo rojo de “Nadadora” insinúa otro sentido, como el levantamiento de la epidermis: el sin piel de la calle. Ejemplo típico de la reiteración de un mismo elemento visual se encuentra en “Tres figuras sobre puente” que aparecerán también en “Tres figuras en cascada y papagayo”
Siempre la materia de la imaginación de Natalya Critchley, aunque ubique la visión de un paisaje terrestre, se alimenta de las “Alas” del aire, como esa planimetría de fondo azul, punteados blancos y mapa de tierra roja que lleva ese nombre de “Alas”. Los puentes, torres, cabrias, grúas, nos remiten a esos objetos de despegue de la tierra para explorar el aire.
La materia “matriz” de Natalya es el aire, el vuelo, de donde puede visionar la tierra. No se trata de huida sino de determinaciones inconscientes de una estética singular que la llevan a privilegiar, por ejemplo, la visión desde el barrio de San Agustín del Sur de Caracas (con sus alturas y teleférico de metrocable) y las vistas desde la altura de su piso en Los Palos Grandes. Así, como algunos autores contemporáneos emplean los sonidos urbanos para crear música y ayudar a percibir y a integrar el ruido con la creación (SHAFFER, R. Murray, El paisaje sonoro), la invención de la escritura visual de Natalya Critchley nos da la perspectiva de crear y re-crear la ciudad con la escucha de la fuente imaginaria a traves de la percepción del espacio o de las visiones percibidas. Ese trabajo creativo de una poética espacial combinatoria ha sido llevado a cabo en educación con sus talleres creativos-formativos con los niños de la comunidad de San Agustín del Sur.
Estética del sentir
La poética de Natalya utiliza poco el dibujo de la figura humana (salvo su “Autorretrato en la terraza” y la figura de una Venus precolombina). Lo esencial señala el cuerpo que se ocupa de un sentir estéticamente del espacio, el entorno y el paisaje que induce a la artista a esbozarlo como planimetría metafórica del cuerpo estético, es decir del sentir humano: humanizar el paisaje y “paisajear” el cuerpo.
Y dentro del cuerpo, aparece la fijación de esa parte alta que configura la caja toráxica, zona expresiva y respiratoria, que se vacia y se llena, aparece contenedor de símbolos, voces y sentimientos, de palabras y gritos que pueden o no proferirse, pero que siempre pueden dibujarse o expresarse a través del arte.
Lectura del paisaje entre letra y cuerpo
Detrás de los cuerpos metafóricos, en sobre-impresión de imágenes no corporales del paisaje, existe esa capacidad del alfabeto visual de la artista de parecerse a letras o grafemas de escritura, codigo imaginario creado para escuchar, a través de la vista, el paisaje urbano o industrial.
No son idénticas, pero si semejantes, las letras del alfabeto visual de la artista y las letras o grafemas. Comparen, en “Tanque y chimenea”, esa especie de cuerpo azul horizontal sobre rojo (a la inversa de “Nadadora”) que parece constituirse en una superposición escalada y repetida de la letra “T” juntándose a la figura alfabética del tanque, como tórax y cuello, aparecería semejante a la “T” invertida. Puede aparecer esa misma letra en otras imágenes, como en “Entrada para estacionamiento”, donde dos formas como ojos y líneas parecen dibujar abstractamente la letra “T” y una cara
La unión de dos letras “T” hacen surgir las formas de puentes, cuerpos y animales, letra que aparece tanto en el nombre como en el apellido de la artista. Si observamos desde ese ángulo, “Grúa puente con piezas para la construcción” nos invita a mirar la articulación del alfabeto visual y de las letras que forman parte de los significantes de la identidad de la artista.
La construcción estética de Natalya Critchley nos confronta a sentir el paisaje urbano, industrial o natural, desde otra manera: desde una perspectiva predominante aérea, corpórea e imaginaria a la vez, allí donde se acentúa el efecto de la visión, del sentido de percibir lo lejano que puede crear la imagen terrestre desde una materia etérea, que mantiene el oxígeno de la imaginación, de los símbolos y de la vida. La artista pone a volar sus ojos con esa figura alada y que podemos llamar una estética de sentir el paisaje a través del cuerpo y de la imaginación aérea para oxigenar, a través de la estetica las visiones urbanas o industriales.
Un paisaje urbano o industrial puede ser visto y humanizarse desde arriba, como esos paisajes sonoros de creación musical, los paisajes visuales de Natalya Critchley son tambien fuentes de creación artística donde autopistas, puentes, floraciones vegetales, torres, grúas, antenas, edificios, puentes, se convierten en la corporeidad humana que asoma de un texto artístico entre una referencia real y un alfabeto imaginario, insuflado del aire, donde convergen simbólicamente la construcción de un cuerpo, de una poética combinatoria y de una estética visual.
Las conexiones entre esos registros nos remiten a un nombre que se escribe, en forma oculta, como un ideograma o alfabeto corpóreo y que determina las formas con que construye, a través de la experiencia urbana o industrial, el alfabeto de todas las imágenes que sirven para crear los textos que cambien la visión de la ciudad y del mundo y que sean inductores para cambiar la convivencia y la comunicación en una ciudad. Si miran la instalación del galpón, construido in situ en el centro de la sala del Museo, verán un elemento de ese alfabeto agrandado, igualmente ese caucho que le atraviesa, como un rollo de visiones de la communicación que atraviesa el espacio como un camino o un recorrido. Eso que aparecía al comienzo como desordenación del paisaje es una nueva poética de ordenación imaginaria y una nueva estética para la reflexión entre el arte y los entornos urbanos e industriales. Solo cambiando la percepción del espacio, podremos cambiar la visión del mundo de los ciudadanos. Y ese parece ser el profundo deseo de la invención de un alfabeto visual para la autora Natalya Critchley.